Los caminos del habla

Murió Piglia

Hoy murió Piglia lo dijo Mario Wainfeld en la radio y después lo vi en Página 12, se esperaba…, y me pregunto, pero no quiero saber, por eso no pregunto de su enfermedad: una rareza, una especie de saqueo en vida. Quedo conmocionada, vuelvo después de algunos días ausente, a los diarios de Renzi, ahora los leo distinto como de alguien que ya murió, es diferente. El veía las mismas películas que yo, leía los mismos libros, en nuestras juventudes que corrían por los mismos años. Miro la portada de Página, una caricatura de Piglia con sus libros en la cabeza. Tengo una ocurrencia, quizás para un cuento, un cuento que podría haber escrito el mismo Piglia. Un escritor famoso está gravemente enfermo, sabe que se va a morir muy pronto y pide un último deseo como si se tratara de un condenado a muerte: ver la tapa de los diarios del día después de su muerte. Pensé que le habría gustado ver la tapa de Página, esa cabeza de Piglia coronada de su obra; es el eterno tema de los homenajes post mortum ¿por qué siempre tienen que ser post? Hoy Piglia llena toda la página de mi pensamiento. Entonces lo gugleo por ver si aparece mi ensayo, pongo dos palabras, tres: Piglia, fábrica, lector, y sí, aparece, Piglia, la fábrica del lector detective, es mi homenaje, mil gracias al maestro de lectura, al buscador de secretos, al que nos enseñó a rastrear los sentidos ocultos, siempre prometidos y lejanos, eternamente desplazados; al que nos enseño a buscar en cada historia su historia escondida, como muñecas rusas, una dentro de la otra, historia embarazada y parturienta.

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