Los caminos del habla

Los griegos en escena

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Carta a los lectores

La idea me vino de un juego con las posibles formas de la filosofía. Hace poco Jostein Gaarder nos regaló una novela de la filosofía, más que nada se trataba de novela con mechados filosóficos, Gaarder le agregó la intriga, la cual a su vez encerraba en sí un problema filosófico, el tema de la representación. Pero la aproximación de la filosofía a la literatura no es una innovación de nuestros días, es más bien un regreso,  un retorno a los orígenes, comenzó recordemos en la forma de poema, el poema de Parménides. La forma la habrían tomado de los poetas-rapsodas, un Homero, un Hesíodo quienes componían sus versos y los cantaban acompañandose con la lira, así decían sus cosas como nuestros payadores, eran historias de dioses, reyes y héroes. Parménides hablará de cosas abstractas, el ser, la verdad  y lo dirá con lo que tiene en manos esa misma forma poética, porque la poesía, no nos engañemos, no es el producto de una abundancia, la poesía es síntoma de una escasez. Tomemos por ejemplo, la metáfora, la palabra griega meta-forein significa llevar más allá, llevar de un lado al otro, la palabra se lleva allá donde no hay palabra, para nombrar  lo todavía no nombrado. Lo mismo ocurrirá en la filosofía porque las palabras que en los mitos, designaban asuntos acerca del orden de las cosas humanas, las usarán luego los filósofos para hablar de las cosas del cosmos. Y algunos dirán que utilizan lenguaje poético, pero es sin embargo el único lenguaje que poseen, lenguaje de la escasez. Recorramos la etimología: poético, viene de poiesis, creación, porque la escasez fuerza a crear y la poesía es entonces ese crear cuando no hay como nombrar y es también en tanto nombrar, entre los griegos como entre nosotros, dar existencia.

No es vano, por tanto el tema de la forma , continuemos pues con los vaivenes y la deriva de los estilos; es de larga data el parentesco de literatura y filosofía, está impreso en las marcas del origen. Del poema se pasa al diálogo, es la obra de Platón, irrumpe el género dramático, en realidad es la dialéctica, el agón, ese combate de las opiniones que se hace literatura.  De la oralidad a la escritura. Platón, sin embatgo, no está conforme y así lo  manifiesta en uno de sus diálogos el Fedro, donde cuenta un mito, cuenta que el dios Theuth llevó de regaló al rey de Egipto, Thamus entre otras artes la escritura exponiéndole en cada caso las ventajas de aquellos dones. Respecto a la escritura dijo que preservaría la memoria, a lo que el rey Thamus que en cada caso iba haciendo sus comentarios, observó que muy por el contrario ese don de la escritura contribuiría a la pérdida de la memoria. El desacuerdo brota sin duda del diverso punto de vista. El dios habla de las cosas que se olvidan, respecto de las cuales la escritura puede ayudar a conservarlas; el rey en cambio enfoca en la función de la memoria, la cual requiere de la ejercitación permanente. Para los griegos esto era tan importante, que junto a las artes de la retórica, habían inventado la mnemotecnia, sin duda consagrada a su diosa Mnemosine.  No es por tanto cuestión ociosa discurrir sobre las historias que se cuentan y las artes que se preservan; para los griegos era central puesto que estaba vinculado al culto de una diosa. Las historias que se cuentan, los mitos, tienen que ver no sólo con las creencias y los valores de un pueblo sino también y sobretodo con su esistencia misma, aquéllos mitos que hablan de los orígenes, afirman la existencia, modelan una identidad y es así que los pueblos los crean y los recrean para reafirmar su identidad.

Tenemos por tanto una de las formas del discurso, la obra de los poetas, historia acerca del origen de los dioses, de los hombres y del cosmos. La forma del poema le servirá también a Parménides para hablar de las cosas más abstractas, habrá una historia que cuenta el camino de la verdad y una historia que cuenta el falso camino de la opinión por el que los hombres de cambiante parecer se engañan y dicen falsedades. Todo es un discurrir en la forma de contar historias y esto también era filosofía. Luego vendrá Platón, como decíamos, que no cambiará tanto las cosas. La forma será el diálogo mechado de cuentos o mitos, decires consagrados por la tradición o recientemente construídos, inventados con fines didácticos. Dice Colli: "Platón inventó el diálogo como literatura, como un tipo particular de dialéctica escrita, de retórica escrita, presenta en un cuadro narrativo los contenidos de discusiones imaginarias para  un público indiferenciado". (El nacimiento de la Filosofía). Veamos que quiere decir Colli, quizá de un glosado de esta frase pueda sintetizar mi idea acerca de la filosofía que me ha impulsado a escribir una historia de la filosofía como relato, a veces como simple comnversación sin ampulosidades, sin rebusques académicos o eruditos, como un simple discurso de sobremesa.

  Según Colli, Platón sería quien procesa el tránsito de la oralidad a la escritura, la invención del diálogo supone la transposición a la palabra escrita de la dialéctica agonística, un combate de palabras al que los griegos eran particularmente afectos, tradición que venía de lejos, práctica de los más antiguos sabios. Platón la traía envuelta en un cuadro narrativo como dice Colli, porque nunca era el diálogo puesto en pie sin una introduccioón descriptiva de las circunstancias y de los personajes del diálogo, El estilo de Platón conjuga armónicamente el género poético, dramático y narrativo y agrega Colli "para un público indiferenciado", aunque éste sea más bien el aporte socrático. Sócrates habría cumplido ese rol democratizante, el vulgarizador del debate, todos pueden discutir, él lo lleva a la plaza pública, el ágora, lugar de concentración de todo tipo de gentes, comerciantes, labradores, charlatanes embaucadores. La dialéctica que primero fuera privilegio de los sabios, y luego convertida en retórica cuando el escuchar ha sustituído al debatir deviene también arma política y se empeña en persuadir a un público de escuchas, es puesta por Sócrates al alcance de todos. Reaparece el interlocutor, cualquiera puede ser interlocutor porque Sócrates en la plaza pública, la plaza del mercado, se dirige a cualquiera, soldados o esclavos, herreros o zapateros, afamados sofistas u oscuros comerciantes. y a todos les habla con lenguaje llano sobre los temas que a todos interesa, Más acá de las abstraciones eléaticas sobre el ser uno y perfecto, más acá de las especulaciones sobre el cosmos, se debatirá sobre el hombre y las acciones justas.

En todo caso vemos que la filosofía deriva de la oralidad, del lenguaje vivo, de la conversación o del debate. En el mismo Fedro, después de narrar el mito del dios Teuth y el rey egipcio, Platón alega en contra de la escritura que es lenguaje muerto que no responde. Hoy no podemos imaginarnos a Platón prefiriendo la espontaneidad del debate callejero a la seriedad de la palabra escrita ya plasmada y aplomada. Pero realmente así fue, lo de Platón no era más que una exigencia de la época,  el registro de conversaciones reales o ficticias para una época de escritura. Y hay algo más que nos señala Colli. "Platón era lo bastante aristocrático para saber reirse de su filosofía y en cualquier caso hay mucho de juego en sus disfraces. Este es su momento de levedad. Pero la posteridad tomo muy en serio, al pie de la letra todas las palabras escritas por él, esto él no podía preverlo...de este modo la broma y el enigma, anzuelos lanzados por él para capturar hermosos peces, acabaron por convertirse en material para una disección anatómica, en la mente de los profesores de filosofía alemanes" (La filosofía como expresión) Y había por sobretodo -agregaría yo- una intención política, el discurso entonces como emergente de relaciones de poder, la filosofía entonces, no como la esposición indebatible de un saber esencial, sino como producto de fuerzas en pugna que en el debate se engrosan y adelgazan al ritmo de sus estrategias para persuadir  a los escuchas.

¿Y qué hicieron luego los eruditos y los académicos? Precisamente aquello que ya advertía Platón cuando contaba aquel viejo mito: hicieron de la filosofía lenguaje muerto, que nadie responde, todo fijado bajo normas, el pensamiento puro, despojado de la anécdota, desprendido del suelo que lo hizo y vió nacer. Y lo que es más, quizás el peor pecado contra la filosofía, contra el saber, que es patrimonio de todos, que no tiene dueño, hicieron de la filosofía, de esa cosa ambigüa que ya su etimología nos dice que es puro deseo, un objeto para especialistas, concluso, cerrado, hermético. Esos pretensiosos académicos se olvidaron de Sócrates y su sagrada misión de despertador de conciencias, se olvidaron incluso de Platón, quien después de la dialéctica ascendente que es el largo camino del filósofo hacia la verdad, nos enseña el inevitable camino de retorno, la dialéctica descendente, para ejercer la paideia, la educación, conducir a los otros por el camino recorrido. Pero sobretodo olvidan que ese deseo que es la filosofía, está presente en el hombre ya por el hecho de ser hombre y nadie a nadie se lo puede arrebatar, menos aún para transformarlo en un fósil intangible para manos profanas.

A mí me mueve el deseo de traerla aquí a la tierra, hacerla cosa del vulgo, por momento con cierta indefinición, que nadie se ponga tímido con ella porque ella no está segura de nada, no se trata por cierto de ciencia sino de pensamiento, un pensar las cosas como pura aspiración que no se apoya en certezas. Por eso se trata aquí de narrar, no describir un sistema de pensamiento sino contar quienes fueron aquellos que pensaban como hacían de su vida pensamiento o de su pensamiento vida, que halo de leyenda rodea a esos pensadores que los modela y los transforma en personajes del teatro filosófico. A mí me mueve el deseo de narrar, recuperar ese arte milenario de marinos y campesinos. como dice Benjamin ( El narrador), que trasmite experiencia  como algo diferente de la información, experiencia no como datos acerca de los objetos provenientes de la percepción, sino en ese sentido de experiencia como camino recorrido, lo que se ha andado, aquello que antes del nacimiento de la filosofía se llamó sabiduría,  la de los sabios. Contar, entonces acerca de esas figuras que se perfilan en las fronteras entre filósofo, sabio, casi dioses, aún para sus contemporáneos que los rodean para ello de un aura de leyenda.

¿Pero en que se diferencia el estudio, la investigación filosófica, del relato acerca de filosofías y filósofos?  ¿Qué es el narrar? Y aquí traigo una palabra autorizada, la usaré como escudo contra las miradas despectivas de los académicos, es la palabra de Gadamer: "El narrador introduce a los arrebatados oyentes en un mundo íntegro: El oyente que participa toma parte en ese mundo como en una especie de presencia del acontecer mismo (...) el narrar es también, sin duda, un proceso recíproco. Nadie puede narrar sino tiene unos agradecidos oyentes que lo acompañen hasta el final (desde ya agradezco, queridos lectores si me acompañan hasta el final, o si de alguna manera me hacen conocer los escollos, mis errores, que hallaron en el camino) . El narrar no es nunca un informe exhaustivo del que se pueda "levantar acta", como ocurre con el protocolo. Implica libertad para seleccionar y libertad en la elección de los puntos de vista convenientes y significativos." (Mito y Razón) Y luego agrega Gadamer que por ello mismo es inherente a la esencia de la narración que haya variantes de la misma, hay una tal densidad de lo narrado, y esto lo vemos en los primeros poemas épicos, que se abre un espacio de libertad que invita a la invención y al embellecimiento. La variación no es síntoma de debilidad sino de abundancia, del  carácter inagotable del material y por eso la narración no puede ser un informe documental Es preciso recordar que las propias musas confesaban a los griegos su ambigüedad, ser veraces y engañosas.. Y por eso la libertad que permite el narrar no es mera arbitrariedad sino ejercicio de esa posibilidad de elegir entre la abundancia del material y la ambigúedad de su contenido. Siempre cabe la sospecha,  en todos los pliegues y en todos los rincones.encontramos pretextos para ejercer nuestra libertad.

 Se elije también el estilo que no es cosa vanal.  Elijo la sencillez, devolver la vida que se ha robado, la vitalidad del logos oral, ese discurso que fluye y  se nos viene como una cascada incontrolable, estilo coloquial que baja lo alto y eleva lo bajo,  la inversión de lo cómico, momento de levedad que nos abre las puertas del juego y de la risa, hasta de nosotros mismos y nos dispensa de la seriedad de la disección y de la polimatías, ese saber de muchas cosas que Heráclito tenía como vanidad de tontos. El tema es ir hacia lo simple que es el camino más laborioso, "ir hacia lo simple" -dice Kierkegaard que es el camino de retorno, del encuentro consigo mismo, he aquí las ideas que me inspiran pensando siempre en el lector, para acercarles este objeto tan preciado. Porque es la lilosofía ese preguntar las preguntas que a todos atañe. ¿Cuál es el origen de las cosas y del mundo, cómo se creó este mundo, hay detrás de esa creación una inteligencia, cómo debemos vivir? y tantas otras, es preciso cumplir con el ideal platónico, el descenso del filósofo, o bien el ideal de Marx, ideal de una sociedad comunista donde los trabajadores después de la jornada de trabajo se reunirían por las tardes a leer filosofía, esa cosa de todos que a todos atañe.    

1 comentario hasta ahora ↓

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