Los caminos del habla

Trágico y Sublime

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Prólogo

Este libro nace en el marco de una investigación de Iunacyt titulada El espíritu trágico del mundo y el hombre en la estética de los siglos XVIII y XIX. Fueron varios años en que un grupo de personas,  -cuyos integrantes fueron variando pero finalmente quedamos los que quedamos- combinando con tareas docentes en el marco de la cátedra de Estética de los departamentos de Crítica de artes y Artes Visuales del IUNA, se reunieron periódicamente para comentar lecturas en común, y debatir primero el esbozo, y luego la redacción final de los propios trabajos. En este sentido hay que señalar que el producto, este libro colectivo, es el resultado de un trabajo colectivo. No la sumatoria de trabajos individuales sino el fruto de una tarea orientada a la conformación de un “nosotros” que despuntara de nuestro grupo de trabajo, en ese espacio de  conversación, intercambio y tarea que nos otorgamos y al que nos comprometemos, proyectándolo en primera instancia en la tarea docente donde se enriquece también del aporte de los estudiantes y en una segunda instancia mediando este producto-libro, en los posibles lectores.  Lo que buscamos, y creemos estar en camino de lograr porque desde ya es una tarea inacabada,  es escapar al trabajo solitario e inclinarnos más bien a reunir las múltiples voces del pensamiento clásico y de nuestras propias interpretaciones. Prueba de ello es que el libro se cierra con un diálogo al modo de sobreimpresión sobre un largo e inacabado diálogo

Así parece que son dos los aspectos que nos han interesado de este emprendimiento. En primer lugar la conformación de ese “nosotros” como un espacio  de pensamiento y diálogo y fundamentalmente el tema que nos ocupa, lo romántico, que hemos preferido interpretar no como una corriente literaria, artística o de pensamiento, sino como un modo de estar en el mundo signado por una actitud y una forma de sensibilidad que se manifiesta en todos los campos de la cultura. De allí destacamos el sentimiento trágico derivado de la experiencia de desencantamiento del mundo, una experiencia que comenzada en la modernidad atraviesa, sin embargo, toda nuestra historia cultural. Se entiende entonces porque no se trata de una preceptiva ubicable en períodos sino un rasgo que le es consustancial al hombre moderno y diagrama una concepción de mundo que  no es ajena tampoco al hombre contemporáneo.   

Haciéndonos eco de pensadores recientes, Arbullol, Nancy, hemos buscado también nosotros aquellos elementos más vigorosos y permanentes que permitan apreciar, lejos de aquella identificación del romanticismo con lo lacrimógeno, y de a aquella triste y maniquea oposición entre clásico y romántico, de que modo la visión trágica del mundo propia del  espíritu romántico constituye a la vez el núcleo más genuino y profundo del hombre moderno y resurge en nuestros días transfigurado en nuevas expresiones.

En todos los trabajos se halla presente esta concepción de lo trágico como un rasgo que le es consubstancial al hombre moderno pues todos los pensadores abordados se mueven en la convicción de que el pensamiento trágico derivando o no en conciliación constituye un modo de hacer frente a esa escisión.

Los orígenes de la problemática los hallamos en el despuntar de la modernidad con Descartes quien con la duda por método llega a una suerte de solipsismo, el hombre sólo separado como una sustancia otra del mundo: res cogitans versus res extensa. Con él se instala para siempre una dualidad insalvable.

En Kant, la tragedia de los límites el abismo, la escisión se hace consciente y es precisamente en el intento de reunir que la separación se hace irremediable. Kant es el filósofo que más ha resaltado la finitud y limitación del hombre.  Primero por su imposibilidad de conocer la cosa en sí  Sólo podemos conocer el mundo tal como nos lo muestra la ciencia como un conjunto de leyes mecánicas, universales y necesarias. En segundo lugar porque a la coacción de la necesidad física se suma la obligación de la ley moral. Finalmente porque si bien explorando en el campo de la estética Kant parece hallar una vía para la realización de la libertad en el arte, sin embargo, el camino se cierra nuevamente porque la confrontación con lo sublime provoca un retorno en giro hacia el primado de la razón práctica y la ley moral. 

La tarea queda pendiente para la generación de los románticos alemanes, quienes tratarán de completarla y tomando como punto de partida La Crítica del Juicio, verán en el arte, el lugar de resolución de todas las contradicciones que afectan al hombre moderno.  Schiller, por ejemplo, verá en la educación estética la vía que puede hacer que el hombre actúe el bien no por deber sino por instinto. Hölderlin hallará en la poesía un camino hacia la verdad. Para Schelling el hombre y el mundo se realizan en la creación artística. 

En Tragedia y dialéctica vemos como con Hegel se produce un giro importante. El arte ya no es el momento privilegiado de encuentro con la verdad. A diferencia de los románticos que entendían ese encuentro como un acto mágico de revelación en el instante, Hegel pondrá el acento en el proceso por el que la verdad se revela y este no estará desligado de la estética. La tragedia como expresión estética del mundo y del hombre será tenida como un modo de pensamiento y ese es el punto en que tragedia como género artístico y dialéctica como método de conocimiento se emparentan. En ambas, en tanto modos de abordar el conocimiento del hombre y del mundo, las contradicciones se muestran como las dos fases de una realidad; a través del pensamiento trágico o dialéctico captamos aquello que se nos aparece como lo otro y ajeno de nosotros mismos es la otra cara de nuestra realidad . Y la conciliación en términos hegelianos consiste en entenderlo como tal, no como algo separado y enemigo.

En Nietzsche y el romanticismo se busca armar un paralelismo entre el Nietzsche  temprano y la generación romántica del Sturm und Drang quienes por primera vez dieron forma poética al sentido trágico de la existencia tratando de subrayar sin embargo en que medida sin bien nacida a la vera del la visión romántica la perspectiva nietzscheana se proyecta más lejos. Comenzamos destacando una preocupación común por el proceso de secularización de nuestra cultura como efecto de una razón expansiva que cree poder dar cuenta del todo, lo que Nietzsche llama “optimismo teórico” y acusa de ser el asesino del espíritu trágico. Se señala luego como en  ambos casos despunta una misma vía de salida: tomando modelo en los griegos en quienes se representa el hombre  íntegro, un programa de renovación del mito como elemento vinculante de lo separado por el proceso de la modernidad.  En ambos casos de lo que se trata es de recuperar el sentido trágico de la existencia a través del arte. En el caso de los románticos el mito a través de la poesía; en el caso de Nietzsche el mito y la música armónicamente combinados en el drama musical wagneriano donde el héroe enfrentado al destino es la exposición más cabal de la sabiduría dionisíaca, saber de lo trágico de la existencia pero oponiéndole siempre el eterno goce de vivir, una visión muy nietzscheana que anuncia sus futuros desarrollos.

En Dialéctica y tragedia se  emprende un recorrido que intenta dar cuenta, aunque sea en forma incompleta, de la constelación de sentido del concepto de tragedia en el pensamiento de Hegel. Considerando que el tema ocupa un importante lugar desde sus primeras obras juveniles hasta las más tardías se pone el acento en la centralidad de la noción y en como ésta constituye, en verdad, la base sobre la cual se construye su dialéctica y ambas conjuntamente el modo en que se concibe el mundo y la existencia. Pensamiento trágico es aquél que puede captar la situación escindida del hombre moderno y la filosofía abre su paso teniendo por meta volver a unir lo separado, todas esas escisiones con que Hegel arma el diagnóstico de la modernidad: naturaleza- espíritu, sujeto-objeto, individuo-sociedad, razón-sensibilidad. En el desarrollo del trabajo, no obstante entendemos que este captar no es un conocer al modo kantiano, un conocer entendido como método o instrumento sino más bien un rehacer el camino tal como Hegel se propone en la Fenomenología, rehacer el camino del espíritu y en este sentido buscamos también nosotros volver a hacer el camino hegeliano para comprender la génesis y desarrollo de ambos conceptos de tragedia y dialéctica.

En el artículo La insoluble tragedia de la vida  se busca vislumbrar las razones que han llevado a Schopenhauer a afirmar que sólo en la contemplación estética el ser humano está en condiciones de conocer la esencia de la vida , es decir, conocer que la vida no es más que una irremediable tragedia.  A su vez, la autora presta especial atención a la conflictiva relación que Schopenhauer ha tenido con la filosofía moderna. En este sentido, las continuidades y rupturas entre su filosofía y el filosofar moderno son señaladas a partir de establecer el modo en que Schopenhauer ha asumido la filosofía trascendental kantiana.

En Espíritu trágico en mascarado de ironía se trata del  caso Kierkegaard  quien en una época de entrecruzamiento oscila permanentemente entre dos polos: arremete contra el romanticismo desde un punto de vista hegeliano; se separa de Hegel desde una óptica y sentir romántico. El resultado es una dialéctica negativa, teñida de ironía, un eterno oscilar que nunca reposa, y poniéndonos a tono con su estilo no discurrimos en términos de  conceptos o nociones, sea por ejemplo el concepto de lo trágico, sino que tratamos de acompañar el movimiento de su pensamiento que no es más que el reflejo de una experiencia de vida donde el autor con sus personajes entra en una danza de diálogo, identificación, glorificación o condena. Mimetizándonos con el autor,  siempre munido de una agilidad dialéctica que da a su pensamiento el movimiento de todo lo que vive,  emprendemos esa marcha de vaivén que vacila entre los dos polos: el de radiografiar al poeta romántico con los lentes hegelianos y el de abordar la crítica al sistema desde el sentir romántico.

En Goethe y Schiller en el debate clásico-romántico se busca a través de esa  relación de amistad un tanto compleja  marcada por la atracción y el rechazo, romper con una oposición ya habitual pero un tanto maniquea de lo clásico y lo romántico. Para ello se señala la común pertenencia en un principio al agitado movimiento del Sturm und Drang, un precursor del romanticismo, y el alejamiento luego de ambos hacia el clasicismo aunque con modalidades diferentes. En ambos hay un vuelco de gusto hacia lo griego en su versión winkelmaniana de serenidad y sosiego pero mientras en Schiller perdura el anhelo de libertad, el impulso hacia lo ideal y una fuerte inclinación a la reflexión, en Goethe hallamos el representante de una pura espontaneidad, más inclinada a la acción y a lo que ésta pueda aportar como experiencia de vida. Sin embargo y en razón de los dos caminos semejantes pero diferentes, el trabajo se orienta a mostrar entrecruzamientos y semejanzas más que oposiciones rigidamente compartimentadas.

En La imposibilidad trágica de lo sublime, nos ocupamos de parte de la producción plástica de C. D. Friedrich y G. B. Piranessi con la intención de subrayar características tanto temáticas como estilísticas propias que se entreveran con la mentalidad de una época y  las reflexiones que fueron explicitadas en el campo del pensamiento, más estrictamente hablando en el desarrollo de la estética. Dentro del marco del Romanticismo y a través de la perspectiva particular que pensadores como Kant y Schiller imprimieron a la sensibilidad del período planteamos el desarrollo del vinculo entre naturaleza y espíritu a través del papel otorgado al arte como estadio de verdad y reconciliación en el hombre de la fragmentación a la que fue sometido en la modernidad aún cuando esta última revele su imposibilidad renovando eternamente la tragedia.

En El problema de la educación en Rousseau, Schiller y Mary Shelley, se intenta dar cuenta del proceso por el cual ciertas nociones críticas sobre educación, acuñadas tempranamente por Rousseau pasada la primera mitad del siglo XVIII y transformadas en tópicos acaso más convencionales por el romanticismo, comienzan a corroerse y  a entrar en crisis. El trabajo pone centralmente la atención en Frankestein, de Mary Shelley, como punto de condensación de ese momento crítico y avanza en ese sentido, analizando la erosión de un tópico para sugerir la crisis de un movimiento más grande de alcance político y estético.  En un primer momento, a través de la historia del monstruo, intenta mostrar no solo la erosión –en el texto de Mary Shelley- de la educación ilustrada que también los textos de Rousseau criticaban, sino de la educación devenida romántica en los términos propuestos por el propio Rousseau. En un segundo momento, intenta sugerir que es el romanticismo lo que se erosiona o entra en crisis en el texto romántico de la romántica Shelley.

En su segunda parte el libro ancla en un nosotros cercano: los ecos y resonancias del romanticismo en el Plata. En primer lugar a través de un trabajo sobre Facundo de Sarmiento. En Un mito para el desierto argentino, se propone una lectura de la obra de Sarmiento y del Facundo en relación a las estéticas del romanticismo. El trabajo analiza esa relación a partir de una serie de categorías románticas que juegan un papel central en la obra. En primer lugar, se piensa la producción del libro y asimismo sus ya famosas recepciones o lecturas, a partir del concepto romántico de genio. La producción del libro por Sarmiento, tematizada en el propio texto y en sus lecturas, se construye en base a aquella categoría romántica, o más bien –diremos- en la tensión que conlleva esa categoría: el poeta como expresión de la necesidad histórica de un pueblo, y a la vez como ser absolutamente singular, original, privilegiado. En segundo lugar, se intenta mostrar la productividad de pensar el Facundo a través de la categoría romántica de mito. Si algo sucede en ese texto, es el armado de una historia, un proyecto y un sentido nacionales a través de la biografía de un caudillo menor. Por último, nos proponemos analizar la construcción del espacio nacional que realiza Sarmiento en torno a la categoría romántica de lo sublime, entroncándose –profusamente- no solo en la tradición estética más general que va de Burke a Schiller pasando por Kant sino también en la serie literaria más específica que forman La Cautiva y los relatos de viajeros ingleses.

En segundo lugar con un diálogo sobre nuestro Martín Fierro, como decía más arriba, a  modo de continuación de un largo y ya madurado diálogo y donde los distintos puntos de vista se van como sobreimprimiendo a la vez que enriqueciendo el debate. Este fue la plasmación de uno de los motivos que nos impulsan: pensamiento en movimiento que se enriquece del otro.

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