Los caminos del habla

Lady Macbeth, mulier sacer.

Música de acordeón en diálogo con voz cantada sin palabras.

 

Coro de brujas  - Mírenla…, lady Macbeth, que se lava, se lava… las manos.., no cual Pilato, como signo de abstinencia, lava para ahuyentar, para borrar la mancha, lava, lava.., una y otra vez. Lava del volcán cayendo, inundando, ríos teñidos, torrente que arrastra, agua, lava, barro, sangre, camalote, mezcla de elementos que arrasan, se llevan la vida. Voces que al tiempo se ahogan y claman.., ¿Perdón?... No perdón, apenas paz. Tantas manos que quieren lavarse, tantas manos sucias que quieren, o debieran querer. Mancha roja de púber violada, de virgen sacrificada al dios de los vientos para bendición de las naves, de soldado desconocido, asesinado por hermano, por primo, amigo, mancha de quien se matará de horror víctima del propio crimen. Mira, la mancha roja en sus manos que se extiende y le sube por la garganta y le ahoga la garganta; mancha que sube, baja y la envuelve como manto rojo hasta la asfixia.

 

Lady Macbeth - (lavándose las manos) Maldita sea, maldita ¿Quién soy para merecerla? Por qué a mí, esta mancha infinita, imborrable, que se  extiende a cada hora, a cada minuto,  (se mira las manos) por dedos, palmas, brazos. Yo, que no soy nada entre tantas manchas, entre tantos asesinos, ¿por qué a mí? ¿por qué esta terca voluntad se ensaña, por qué no se diluye en el olvido como tantas que caen imperceptibles cual pétalos marchitos, sin palabras, sin ruido……. ¿Por qué, a mí, la mancha, no me deja y trastorna mi mente?

 

Coro de brujas – ¿Por qué a ella entre tantas manos asesinas? Ella, la sin nombre, nombrada como apéndice, como parte de varón, resto de realidad, mujer, sin nombre, Lady Macbeth.

  

Lady Macbeth   -Escuchen, yo los oigo, yo oigo los murmullos, que aunque voces en sordina taladran mis oídos. Ahora todo se dice en voz baja, se susurra cual intrigas. Que deliro –dicen- y ordenan que me dejen descansar para ver si me repongo. (signo de no con la cabeza)  No hay descanso para mi alma atormentada….. Y es tan poco lo que pido…. Paz..., tan sólo paz, no pido perdón, no necesito perdón. Pues ¿qué habrían de perdonarme? No, señores, ustedes debieran agradecerme.., porque quise engrandecer. Yo no lo quería blando a mi señor, yo lo quería inmeeeeenso. Pero tampoco se trataba de mí sino de fuerzas superiores; alguien que el ¡Destino..! el Destino, que está por encima de todos los dioses, nominó para rey, no podía desvanecerse en lo devaneos de la duda. Por cierto que no le faltaba la ambición, pero temía el castigo…, que la acción, cual boomerang, se volviera contra sí; (enfática) él no rehuía el crimen sino sus consecuencias, temía que la justicia colocara en sus labios la copa envenenada, yo le vi en la cara el terror que lo invadía. El quería el crimen y que todo luego siguiera su camino, todo imperturbable como si nada hubiera ocurrido, solamente un gran tumulto entre dos momentos de calma. Pero no, señores, esas no podían ser las cavilaciones y motivos de un futuro rey… pues nada puede permanecer inmóvil después de un crimen, menos aún de un regicidio.

 

Coro de brujas – Ella no pide perdón, ella no pide olvido, ella no quiere ensordecer los clamores o confundir la paja con el trigo, ella reivindica su razón y su derecho. 

 

Lady Macbeth -¡Yo! señores,  lo coloqué en camino, yo le marqué su deber de soberano, sacrificarse por la patria. La patria ante todo, después el hombre…, rechazar la blanda cama, correr los riesgos. Yo, mi señor, esposo mío, quise y pude verter en tus oídos todo el coraje que te faltaba, yo te impulsé y te di las fuerzas necesarias para conquistar aquello que los hados te habían prometido…, ¡que los hados te obligaron a querer! Yo te coloqué en el pedestal de tu destino. Y no podía ser de otra manera, nos lo habían enseñado en los salones de palacio, que así debía ser:  cultivar el valor y la grandeza. Recuerdo aquella tarde de triste neblina, yo era una niña, que junto a otros niños de palacio escuchábamos atentos los relatos de nuestros preceptores. Ellos narraban las hazañas de los héroes de  aquellos que debíamos tomar de modelos y seguir sus ejemplos. Eran  historias de lanzas y arduas victorias sobre el enemigo.  Esa tarde, la recuerdo tan clara como agua que baja de los cerros, algunas historias me llenaron de espanto y salí llorando a esconderme tras un viejo armario. Pero mis maestros me buscaron y me explicaron y  me hicieron comprender donde estaba la grandeza y el deber. Y yo entonces aprendí, y ya nunca olvidé.….. (pausa)  ¿Que qué espero entonces? Gracias señores…, por haber hecho honor a las enseñanzas recibidas, si señores, honras espero, celebridad,.. y  en cambio, aquí estoy sola con mi mancha, esta mancha, que me persigue como una bestia vengadora. Mírenla como se agita en su terca sed de castigo. Y yo encerrada en  esta habitación del silencio, en este páramo de palabras.

 

Coro de brujas – Ella no pide olvido ni perdón, ella clama por reconocimiento, ella reivindica sus derechos. 

 

Lady Macbeth – Mientras tanto, esposo mío, sigues tu camino y te olvidas de mi mientras tus hombres murmuran en los pasillos acerca de mi mente trastocada, y a mi doncella se le recomienda cuidar mi sueño. ¿De qué sueño hablan? Acaso de ese que no tengo, que busco y busco en vano, el que en aquella noche de su última visita me amenazó con que no regresará hasta tanto no logre lavar esta mancha… ¿qué quieren de mí? ¿De qué sueño hablan? si dormida aún vigilo y aún en vigilia sueño.  (sigue lavándose)

 

Coro de brujas  - No hay reposo en el sueño, no hay refugio, peor el sueño porque agranda, transforma dolor e inquietud en una red  abigarrada de pesadillas

 

Lady  Macbeth - Refriego, refriego… y nada, cada vez más extensa, la mancha, cada vez más profunda, imperturbable, burlona. (se mira las manos) Miren como se ríe, miren el goce y el sarcasmo con que se deleita en mi lenta destrucción. Y ellos… que murmuran que deliro, ellos me quieren muda. Ellos me quieren muerta.

 

Coro de brujas - No, muerta, no, ellos la quieren no existente, ellos la quieren no haber sido. Ellos gustan de ocultar, de esconder tras las cortinas: la realidad sólo visible tras la bruma encubridora, ellos sacuden las aguas para volverlas turbias.

 

Lady Macbeth – Pregunto y  repregunto... por qué a mí, entre tantas manchas, entre tantos asesinos, de antiguos y modernos, ….. de Ifigenias y Antígonas, de troyanas y troyanitos, de césares y héroes anónimos, de pibes de las barriadas sacrificados a la “seguridad” de los grandes, de muchachas perdidas en las redes subterráneas, manchas de ayer, hoy y mañana…, de la ficción como de la realidad, de toda la historia de la humanidad jalonada de crímenes impunes… Al fin el mío no fue más que un jalón en la guerra entre poderosos, entre los que siempre zafan, los que saben activar oportunamente los mecanismos de la mutua redención  ¿Por qué entonces a mí, los hados me eligieron, me destinaron la eternidad de esta mancha?  O son ustedes,  -no mezclemos a los dioses- los que me habéis elegido chivo expiatorio, víctima sacrificial, para redimir vuestros crímenes.

 

Coro de brujas  - ¿Ella chivo expiatorio, homo sacer? No señores ella mulier sacer, mujer sagrada, tres veces negada, paradójicamente parada en el umbral del no, ni sagrada ni profana, tres veces excluida, navega por fuera del mundo divino, por fuera del mundo de los mortales, por fuera del mundo de los varones. ¡Mujer…! manchada por los hados, ¡mujer…! confinada por los señores del poder, navega por las zonas fronterizas, tierras de nadie, ella la sin nombre, ella mulier sacer.

 

Lady Macbeth  -  (en estado de cuasi desesperación, sigue refregándose la mancha, ya no sólo las manos sino los brazos y el cuello) Ustedes señores…, los que me han elegido chivo expiatorio o mulier sacer, castigan en mí sus propias faltas. Yo, desde la diferencia jugué con vuestras reglas y rendí tributo a los valores del coraje y el heroísmo, ese fue mi error, esa, mi perdición. Debí haber leído los reveses de las palabras  o haber nacido varón para tener el poder de revertir. Mujer, en cambio, tenía que haberme abstenido, guardarme en mi habitación de silencio e inacción.    

Todas las miradas, ahora, clavadas en mi persona quieren que yo no sea, más aún, que no hubiera sido. Aquel esposo que amé pide al médico que busque y procure un antídoto contra mi angustia, pero no es mi angustia lo que le preocupa sino su inquietud, reflejo de mis manos manchadas, de mi cuerpo todo, donde también toman forma los fantasmas que lo acosan. Mejor estaría él sin ese espejo que soy, pues soy testigo cuya presencia acusa. Ellos gustan de matar y salir luego a danzar la ola de la victoria por eso me quieren muda, confinada en dormitorio para olvidar, no pensar, poder creer que nada fue, por eso me quieren ellos no nacida y me conservan sin nombre.

 

Coro de brujas  - Ellos gustan de matar y danzar luego sobre la ola de la victoria. Ella, sola, mujer, navega por las zonas fronterizas, liminales buscando sin hallar;  ella no pide perdón,  ella exige reconocimiento, ella quiere ser sí misma, entera, no pedazo de ser, no parte de varón, ella reclama un nombre propio, y luego también paz.

 

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