Notas a las "Consideraciones intempestivas" del joven Nietzche
Presentación del libro Verdad y cultura
Quiero comenzar este comentario ubicando a la obra en el espectro general de la obra nietzcheana. Las Consideraciones Intempestivas forman parte de lo que se llama sus obras tempranas y con El Nacimiento de la Tragedia constituyen en varios sentidos una unidad. Ambas responden a una misma preocupación, es el tema de la cultura, la cultura de su época, la cultura europea, alemana especialmente, de lo que se deriva el énfasis puesto en la crítica de esa cultura y el interés de desbrozar el camino para la construcción de una cultura auténtica o cultura verdadera como dice Nietzsche. En el Nacimiento de la tragedia el camino será un remontarse a los griegos para comprender simpatéticamente la esencia de esa cultura nacida del espíritu trágico. La pregunta que dispara la obra es ¿por qué los griegos, una raza fuerte, tan bien avenida con la vida, en su época más feliz, tuvieron necesidad de la tragedia? Pregunta cuya respuesta es la obra misma. En las Consideraciones Intempestivas el camino comienza por la crítica de la cultura de la época y se continúa en la exposición afirmativa de las vías para la construcción de una cultura auténtica, cómo preparar el terreno para el surgimiento del genio, cómo la obra creadora del genio da lugar al nacimiento de un pueblo, se trata sobretodo de cuestiones de estilo y de comunicabilidad. En ambas obras salen a presencia los mismos leit-motiv, para usar una expresión de la esfera de la música altamente asociada a la obra del propio Wagner. Estos leit-motiv son: el rechazo de la dialéctica, la figura del genio, la capacidad de la música y el mito para la comunicación de lo inefable, la preocupación por el estilo, la solución estética. Pero la cuestión del tema y de estos leit-motiv que trazan el marco de su abordaje responde a otro rasgo común a estas dos obras: la influencia romántica, influencia visible no sólo en los temas sino en las referencias y citas, las que dan cuenta de las lecturas en que se abreva. Otro rasgo común surgido de este tronco común es el estilo, el tono de la voz, las formas de provocación e interpelación también de nítida raigambre romántica. Pero respecto a esto es necesaria una aclaración porque es el propio Nietzsche que en el prólogo retrospectivo al Nacimiento de la Tragedia se ensaña contra su propia obra acusándola de insoportablemente romántica, poblada de imágenes forzadas, endulzada, sentimental, incoherente, desequilibrada, desprovista de esfuerzo hacia la pura lógica. Nietzsche no es justo consigo mismo, aunque no se engaña, en todos sus prólogos retrospectivos se hace la crítica de sí mismo, eso es la cara visible de lo que él llama guerra contra sí mismo. No se trata de romanticismo dulzón y sentimental como el malamente lo califica, se trata de romanticismo en tanto genuina expresión del espíritu trágico, espíritu de Dionisos, tema que a continuación desarrolla en el mismo prólogo tratando de separar las aguas, y separa finalmente para aconsejar a los jóvenes románticos que aprendan a reir y manden entonces al diablo todas las consolaciones metafísicas. Pero nosotros añadimos Dionisos es el de las mil caras, Dionisos, sabe portar sus transfiguraciones, Nietzsche es el de las máscaras y las pieles. A esto volveremos al final. Por el momento una anticipación, en este primer Nietzsche, el de sus obras tempranas están las semillas, todos los gérmenes de su pensamiento, los mismas que luego serán desarrollados, invertidos, reescritos, transfigurados, disfrazados, muertos para renacer de su cenizas.
Pero comencemos con las Intempestivas; en realidad no voy a referirme a la obra completa sino particularmente a las Intempéstivas II, III y IV que en mi trabajo trato como tres capítulos de un mismo desarrollo.
Como decíamos en la segunda intempestiva hace la crítica de la cultura de su época la cual se centra en tres puntos. En primer lugar, crítica dirigida al estilo, se refiere en particular a la cultura alemana que juzga una burda imitación de la francesa. Verdad o autenticidad en cultura equivale a unidad de estilo, esto es, adecuación de contenido y forma, que no son cosas separadas sino que constituyen una férrea unidad. Los alemanes imitan las formas y todo se vuelve artificial; se conforman con el mero nombre de cultura. Lo del estilo es un tema recurrente en Nietzsche: aquí se trata del estilo de una cultura, luego nos hablará de estilo artístico, finalmente la filosofía, en su peculiar concepción es ella misma búsqueda de un estilo, el de la creación del sí mismo. Las transfiguraciones de Nietzsche serán sobretodo la comunicación de esa búsqueda, expresión ensayística de cambios de estilo.
En segundo lugar esta crítica de la cultura apuntará a combatir la manía de la erudición, la estéril acumulación de conocimientos que diseca, enajena, que no es más que un disfraz. Este combate comienza con el abandono de la filología –recordemos que Nietzscheera filólogo a la que ahora calificará de tarea de obreros industriales que se esmeran en trabajar sobre un tornillo al servicio de la ciencia, una tarea que puede realizarla cualquier niño con tal que se lo instruya con unas pocas reglas. A ésta, la filología, opondrá las grandes consideraciones de orden filosófico. Le opondrá también una cultura que no esté divorciada de la vida; Nietzsche hace suya la frase de Goethe “yo detesto todo lo que no hace más que instruirme sin aumentar mi actividad y vivificarla inmediatamente”. En tercer, lugar pero primero en orden de importancia, atacará lo que aquí bautiza como cultura histórica, aquélla que tiene la mirada clavada en el devenir al modo hegeliano y que todo lo entiende y explica en términos de etapas sucesivas, especie de ciencia natural para la cual el hombre no sería más que la avanzada del animal. Devenir, como sucesión de estadios, donde el hombre moderno entraría a ocupar un lugar de epígono o momento de culminación, El problema para esta cultura es que queda inhibida para la acción, signada por una vocación de cierre, ve todo como ya realizado, como ya cumplido. Los hombres que a ella pertenecen, obnubilados por los hechos del pasado, sucumben al poder de los acontecimientos, carecen de toda fuerza para una plantación nueva, no tienen sed de experiencia porque están hartos de pasado.
Nietzsche reconoce sin embargo que este devenir es verdad, pero se trata de una verdad venenosa porque esteriliza, quita fuerzas, paraliza, transforma a los hombres en meros espectadores. Por tanto no hay que cuidarse de la verdad, Nietzsche dice no cuidarse de la verdad sino de que algo florezca, aunque sea necesario para ello estrellarse en el muro de lo imposible y de lo sublime. Y sin embargo hay que ser cauto porque aquí como en toda la obra, hay muchos sentidos de “la verdad”; la verdad en estas mismas consideraciones está ligada, como veremos a la vida y al arte.
Y luego nos habla Nietzsche de los antídotos, cómo combatir contra estos síntomas. En primer lugar con lo antihistórico y aquí juega un papel muy importante el olvido, otro de los leit motiv; es otro de los temas recurrentes que lo vamos a encontrar especialmente desarrollado aquí, en la Genealogía de la moral y en forma más fragmentaria en otras obras. El olvido es la vía más que más puede acercarnos a la verdad, es“la facultad de sentir, abstracción hecha de toda idea histórica”, es un experimentar ahistóricamente, como un quedarse en el umbral del instante. Y sin embargo recuerdo y olvido son fuerzas complementarias en cuyo centro está el hombre apropiándose del pasado pero sabiendo con ojo certero que es lo que hay que olvidar.
Y aquí ya apunta el otro antídoto de que nos habla Nietzsche lo suprahistórico que consiste en desviar la mirada del devenir hacia la eternidad. Este creo que es el meollo de su pensamiento en esta obra, como en el conjunto de estas obras tempranas y me atrevería a decir del pensamiento entero de Nietzsche. La clave está en esa frase de “ser todo el tiempo y entonces salir de la condena del devenir”. La valoración del instante que es lo que nos conecta con la eternidad, presente aquí como luego aparecerá en el Zaratustra, es la contraparte de la crítica a la dialéctica y a toda visión de la historia organizada como sucesión de etapas en la que el hombre actual no puede ser más que epígono o culminación. El verdadero acontecimiento es el que irrumpe como un relámpago, rompe las cadenas de las causas e hinca en el instante donde lo imposible se hace posible. Lo otro, los hechos, son vacas. Hay que prestar atención a las metáforas, porque en las metáforas recurrentes se halla la clave del pensamiento. En un lugar dice que los hechos son vacas, en otro, Ecce Homo, que esta manera de mirar la historia es propia de los rumiantes académicos y otros profesores de filosofía. Rumiar supone que por la garganta no pasa nada nuevo, que todo ya es conocido y con respecto al futuro ya todo programado. El instante es el lugar donde el devenir se rompe pero también adquiere sentido e identidad, es preciso saltar por encima de la dialéctica, dígase también razón, dígase también ética; muchos son los casos en que Nietzsche identifica razón y moral. ¿Y hacia dónde saltar? Hacia el arte y la religión. Religión y arte son esferas que escapan a la dialéctica, zonas donde impera la embriaguez, el misterio, la ilusión y el peligro.
¿Y qué, entonces, de la verdad? La verdad se halla en esas esferas conectadas a la vida, alejadas de las argucias del intelecto y de la dialéctica, esas nubes enredadoras que todo lo confunden, dirá en el Zaratustra. Es cierto que se trata de otro sentido de la verdad porque acabamos de ver como Nietzsche reconocía valor de verdad al devenir, pero aquella era la verdad venenosa del conocimiento que no sirve para la vida, aquí se trata de la verdad de empuje y fuerza vital, verdad para la juventud, volveremos sobre esto.
Estamos ya en el umbral de lo que será la propuesta nietzcheana para la cual esta segunda intempestiva aparece como la preparación, y la tercera la transición donde nos habla de los grandes hombres, el filósofo educador, el santo, el artista. Aparece la figura del genio, el hombre singular que mira más alto y más lejos, hombre de disposición heroica para cuyo surgimiento debe prepararse el terreno. En la figura del filósofo educador aparecen muchos de los rasgos que serán luego los del superhombre: bravura, irascibilidad, guerra contra sí mismo. Es el actor de una carrera heroica que toma a su cargo la verdad, exponente, diría yo, de una nihilismo negativo previo a, antecedente a la absoluta novedad -dice Nietzsche- más cercano a Mefistófeles que a Fausto. Pero sobretodo hombre que está más allá del bien y del mal, pues “el mundo del mañana puede ser peor que este, más abierto al bien y al mal, un más allá de la moral”
Y entramos finalmente a la cuarta intempestiva titulada Richard Wagner en Bayreuth donde todas estas ventanas se cierran. Aparece el artista redentor, héroe trágico cuya misión es hacernos a la vez héroes trágicos, despierta en nosotros el sentimiento de lo sagrado y la experiencia de la totalidad. Se trata del artista y su obra, el drama musical wagneriano cuyos componentes esenciales son la música y el mito. Ambos son elementos incomparables para expresar lo que el lenguaje discursivo no puede expresar, ambos en tanto expresión pura de la voluntad nos acercan la experiencia de la cosa en sí. Digámoslo de otra manera: “Donde las palabras no alcanzan, sea la música y el mito”. La solución pues deviene artística, la verdad en el arte en tanto fuerza vital que escapa a la cadena del devenir.
Repasemos los temas recurrentes:
Rechazo de la dialéctica, de una cierta manera de ver la historia que entiende todo acontecer como ubicado en la cuadrícula de los estadios. Rechazo también de sus consecuencias: la actitud de anticuario, la imitación, el artificio.
A ello le opone el olvido, lo suprahistórico, la valoración del instante que interrumpe el continuum del tiempo. En lugar de la ciencia, el arte y la religión; del conocimiento nos cuidamos, sólo en tanto sea útil para la vida. Y de allí se deriva la necesidad de los grandes hombres, aparece, reaparece la figura del genio quien ha de recurrir para el cumplimiento de su misión del mito y la música. Todos ellos son temas recurrentes que retornan luego en otras obras, algunos de ellos transfigurados, por ejemplo el tema del genio, la valoración del instante, la relación de la verdad con la vida.
Y ahora para ahondar en el lugar que ocupa estas consideraciones en la obra nietzcheana quiero referirme a algunas apreciaciones de Osvaldo Lancellotti en su trabajo, cuya temática es muy similar a la mía pero que resultan complementarios porque el incursiona y desarrolla aspectos que yo he dejado de lado.
Al final de su trabajo y refiriéndose a la cuarta intempestiva dedicada a Wagner donde éste es presentado como el genio capaz de provocar el nacimiento de un pueblo dice Osvaldo que ya en el mismo escrito Nietzsche se muestra algo escéptico de la persona de Wagner y cita:
¿dónde están los que – como Brunnilda – por el doloroso amor abren los ojos? y ¿dónde los héroes que en inocente egoísmo – como Sigfrido – “nutriéndose de su propia existencia” crecen y florecen? Quien así pregunta y en vano pregunta “tendrá que fijar su mirada en los tiempos por venir, y si en alguna lejanía alcanza a duras penas a ver aún al “pueblo” al que será dable leer en los signos del arte wagneriano su propia historia, comprenderá por último también lo que Wagner será para este pueblo – lo que para todos nosotros no puede ser – no visionario de un futuro, como se nos aparece acaso, sino intérprete y transfigurador de un pasado” (UB IV, pp. 509-510).
Y agrega Osvaldo:
Así vio Nietzsche el arte de Wagner pleno de esperanza a través del amor transfigurador. La verdad trágica encaminaba ya sus pasos en otra dirección... había caído en la verdad del desengaño, la des-ilusión y con ella lo que trae aparejado, la pérdida de una de las “madres de la existencia”, la ilusión y el consiguiente debilitamiento de la voluntad. Era necesario recobrar una nueva verdadera ilusión para salir de la falsedad de la carencia de ilusión.
Aparte de reconocer que yo no interpreté este fragmento con el sentido irónico o desilusionado que le da Osvaldo porque de hecho cito el mismo párrafo con otro sentido, cosa que no suena extraña con Nietzsche dados sus rasgos de estilo, y admitir que esta interpretación es legítima porque los biógrafos hablan de un cierto desengaño en momentos de la redacción de esta intempestiva y porque Nietzsche en sus prólogos retrospectivos dice que en realidad Schopenhauer y Wagner eran él mismo –sabemos, sin embargo, que esos prólogos son precisamente eso, miradas retrospectivas, atravesados por una interpretación que lleva la marca del tiempo y de la experiencia vivida. Aparte de todo esto quiero subrayar algo en lo que sí coincidimos con Osvaldo en muchas charlas tenidas. Nietzsche es siempre el mismo y en estas obras como decía se halla la completa constelación de las ideas de que se forma su pensamiento. No importa que su modelo sea lo griego, Schopenhauer, Wagner, o más tarde Ree. Siempre es el mismo Nietzsche que se prueba sus máscaras, máscaras que no son meras apariencias sino la materia de la cual se fabrica un pensamiento, un estilo. Para ello la vida como experimento, la cual le puede aportar su arrobamiento con lo griego, su amistad y alejamiento de Wagner, su simpatía con Ree, pero hay algo que subyace pese a todos los embates de engaños y desengaños. En Ecce Homo hablando de las Intempestivas dice que allí tomó las figuras del filósofo educador y del artista como ocasión para tener en la mano un par de fórmulas, medios de lenguaje, recursos, al modo como Platón se sirvió de Sócrates como de una semiótica platónica.
Y algo más acerca de estos aportes del propio autor para su interpretación: en uno de los famosos prólogos dice que poco importa si tuvo razón con Wagner y Schopenhauer, recuerda a los lectores lo que aquí hemos dicho acerca de su poco cuidado de la verdad. Si se trató de un error fue sin embargo un enorme beneficio para sus días juveniles el trazar sus colores ideales, pues Cada edad de la vida tiene un modo suyo de comprender la verdad.... Y más abajo dice:
Entonces yo era bastante joven para lanzarme a tal pesca lleno de fervientes esperanzas, hoy (...) no soy bastante viejo para haber perdido toda esperanza, toda fe. Cuan extraño suena hoy en mis oídos el oír a un viejo, expresar con estas palabras la experiencia de los hechos! “De niños somos sensualistas; de enamorados idealistas..., el amor vacila y antes de que lo creamos somos escépticos; el resto de la vida es indiferente, lo dejamos que vaya como quiera y terminamos por ser quietistas como filósofos indios” Así habla Goethe ¿tendría razón? En tal caso cuán poco razonable sería hacerse tan viejo, tan razonable como Goethe. Y sería justo tomar de los griegos su juicio sobre la vejez: odiaban más que la muerte el envejecer, y preferían morir cuando sentían que comenzaban a sentirse razonables. Entretanto, también la juventud tiene su forma propia de razonar: una razón que cree en la vida, en el amor y en la esperanza.......... Mis Consideraciones Intempestivas significan para mi promesas: qué es lo que serán para otro , no sé. Créaseme ¡yo ya no viviría si me hubiese desviado un sólo paso de estas promesas.
Y traigo de nuevo las palabras de Osvaldo :
... había caído en la verdad del desengaño, la des-ilusión y con ella la pérdida de una de las “madres de la existencia”, la ilusión y el consiguiente debilitamiento de la voluntad. Era necesario recobrar una nueva verdadera ilusión para salir de la falsedad de la carencia de ilusión.
Esta es la palabra clave: ilusión, la juventud necesita de la ilusión y la vida necesita la juventud. Nietzsche nunca deja de creer en la necesidad de ilusión, no siquiera en Humano demasiado humano, obra que tenemos por paradigma de uno de los grandes virajes nietzcheanos, allí tampoco pese a toda la frialdad de la mirada genealógica, pese a la aceptación de la verdad venenosa deja de afirmar que la vida vive de ilusión. Por eso aquí en las Intempestivas, refiriéndose al problema de la cultura dice, y con esta frase quiero terminar para que les quede repiqueteando en los oídos “Aprendamos primero la vida ( a lo que agrego “la vida que vive de ilusiones”) que la cultura vendrá como consecuencia como obra de nuestra juventud”. (CI II)
.. antes de que lo creamos somos escépticos...qué gran verdad, y sin embargo nos coloca dentro de la cultura histórica, como etapa a la que se ha de llegar, tarde o temprano.
Por cierto se comió una " s " en Nietzche.
Saludos.
Notas a las "Consideraciones intempestivas" del joven Nietzche — Los caminos del habla, me ha parecido muy ameno, me hubiera gustado que fuese más amplio pero ya saeis si lo bueno es breve es dos veces bueno. Enhorabuena por vuestra web. Besotes.
Me han acercado a Niezche y sus "impresionantes-presentes", intempestivas,,, con letras fluídas, concisas, precisas y directas...pensadas cómo este "pedazo de pensador" pensaba. Enhorabuena!
La critica de Nietzsche a la cultura alemana, me resulta inquietante, es como si en su obra estuviese vaticinando el desastre que estaba por venir, el apocalipsis que tocaba a la puerta. Su desasosiego no se detuvo únicamente en la falta de estilo, o en la sumisión (a modo de bovi8no servilismo) que la niebla judeo-cristiana impuso, Nietzsche la extendió a la filosofía misma, a Kant lo llamó "teólogo frustrado", y a sus disípulos los catalogó
-de manera despectiva- como los nietos de los patores Luteranos.
Tu ensayo me parece fiel a la obra de Friedrich, y tus palabras, tan elocuentes como perspicaces, han hecho de la anterior lectura, una experiencia muy agradable. Gracias.
La critica de Nietzsche a la cultura alemana, me resulta inquietante, es como si en su obra estuviese vaticinando el desastre que estaba por venir, el apocalipsis que tocaba a la puerta. Su desasosiego no se detuvo únicamente en la falta de estilo, o en la sumisión (a modo de bovino servilismo) que la niebla judeo-cristiana impuso, Nietzsche la extendió a la filosofía misma, a Kant lo llamó "teólogo frustrado", y a sus disípulos los catalogó
-de manera despectiva- como los nietos de los pastores Luteranos.
Tu ensayo me parece fiel a la obra de Friedrich, y tus palabras, tan elocuentes como perspicaces, han hecho de la anterior lectura, una experiencia muy agradable. Gracias.
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