Paris no era una fiesta
Y ella, que tan afrancesada, de chica odiaba el inglés; mamá que dale con los idiomas, con el inglés sobretodo -cuestión de generación, la cultura pasaba por los idiomas- y le vaticinaba un destino come el de su amiga Cholita, profesora diplomada y del propio Lenguas Vivas, era lo más que podía aspirar. Pero a ella no, a ella no le fascinaba lo de los idiomas; con el francés se vacilaba no por el idioma, que al fin no era más que un canal, apenas un pasadizo hacia la sustancia en sí, la historia, la literatura, la misma cultura francesa, la de los clásicos, luego, los “malditos” poetas, luego un Marcel, un Sartre. ¿Por qué sería? Se dice que desde la Argentina, la mirada apunta a Europa, en suma a Paris; en México no, se mira más bien para arriba, para EU, lo mismo Perú. Ha de ser por eso, claro tiene su glamour, ella soñaba con todas esas cosas, un Paris de película, Sinfonía de Paris. Al fin un día llegó a la ciudad como todo en su vida siguiendo alguna deriva, acaso la de su amigo, el ecuatoriano, que no veía forma de alejarla porque ella se había instalado en su casa, claro, porque el la invitara, pero ya la pasión se había enfriado y él quería recuperar su espacio, por eso le sugirió que se fuera a Paris. No era mala idea ya que desde San Francisco se conseguían pasajes baratos. Voilà el sueño en acto. Llevaba un papel apenas presentable con dos contactos del propio Ecua: uno de un matrimonio amigo que rápido zafó en un llamado desde el aeropuerto de no más de tres minutos, “la casa es pequeña”. Pero la casualidad se activa en situación de viaje, digamos de nomadismo, y quiso el azar que el matrimonio amigo lo fuera también de otros que pasaron a ser amigos y allí la llevaron para una cena comprobando la anchura y largura de la “pequeña casa”; así son los franceses. El otro contacto era el de Chantal que seguro había sido amante del Ecua, y que debió haberse preguntado ¿y yo que hago con esta? y trámite seguro la derivó al martinico que seguro había sido su amante y tenía un departamento nada despreciable. Pero el martinico no daba alojamiento desinteresado y ante la negativa de la intrusa, tras una noche de sillón la depositó muy temprano en el Hogar internacional. Entonces Paris ya no era una fiesta, ni la película en tecnicolor, Paris era estos sinsabores, la de los mil tonos de gris, gris teja – la francesa- gris pared, la de los mil edificios iguales, todos uniformemente iguales. Paris la del metró para arriba para abajo, Paris de los inmigrantes gaboneses, argelinos, marroquíes, latinos varios que se mezclaban y socializaban en esos espacios colectivos que los franceses no frecuentaban o bien transitaban de incógnito. Común entre los latinos era la observación “nunca me crucé con un francés”. Pero acaso el francés estaba ahí no más sentado en el metró al lado de uno, sólo que no se daba por aludido, mejor no mezclarse, mejor no a ese intercambio inferior, francés a-pático, cool, con ese tono-gesto de Je m’en fou, y allá ellos. Francés patológicamente tacaño como aquél que alojado en hogar sudaca se rallaba su zanahoria para no poner para el asado o aquél otro en Isla Mujeres que se peleó con su compatriota porque por haber pescado la barracuda no quiso poner para el arroz. Franceses tenían que ser, qué decepción, los “desarrollados” que mal ejemplo para los hermanos sudacas, ellos sí amigables, vanamente hospitalarios.
Escena de metró: se le escapan los lagrimones pero no le importa porque quien va a reparar allí en país extranjero, ella no comprende que le costaba al martinico hacerle el aguante un día más, acaso sólo unas horas hasta que se desocupara una chambre -porque en el Hogar parecía haber bastante movimiento- en lugar de engañarla y dejarla con la valija en la puerta. En esas cavilaciones estaba cuando se le acerca, le habla el gabonais, empatía africana, después de todo no pasaba desapercibida. No puede creerlo, hay ojos que miran o simplemente ven, porque hasta entonces Paris le parecía una ciudad gris habitada por autómatas sin luz. Levanta la vista, no ve motivo para no responder, se trata de un extraño y por añadidura africano pero su aproche fue naturalmente correcto y oportuno, y entonces le cuenta. En verdad le cuenta porque sí, no es que haya pensado esas cosas y luego procedido sino que fue todo uno como el agua del manantial. Como manantial también el gabonais en su oferta generosa de acompañarla en su ir y venir en busca de un lugar en esa tierra, que -ahora lo veía de lejos más claro y distinto- sólo podía ser escenario para una nostalgia de lo que no fue, ese campo intermedio entre la ilusión y la realidad. Del gabonais sólo quedó el recuerdo de la bufanda color bordó que la protegió de la crudezas del invierno parisino. De los cafés, ¿me preguntas? Que decir, si todos vivíamos bastante alejados y nos movíamos por la ciudad según nos permitiera la tenencia de boletos de metró lavados por el excura, maestro en esas artesanías; por fortuna era dable encontrar un chanta argentino en cada posta. ¿Y Montmartre? Pues ya era pasada la época de los pintores o escritores, ya entonces no era más que una portada pintoresca para los turistas. Voilà la renovación del mito en la peli de Woody Allen. Sólo como milagro soñado se reaniman las figuras fantasmáticas en una sucesión de bailes nocturnos que se acaba cuando una de esas apariciones sueña a su vez su sueño componiendo los contornos de otra nostalgia de lo que no fue. Pero la pasé bien en Paris, Paris da para todo. 3 /10/ 2012.
Tiempo....cuanto? no se .....En aquel entonces pintaba un mural en San Jose con el colega Malaquias Montoya....Tu y Miguel fueron...Y Miguel tomo una foto....Foto que todavia guardo...
Ahora bien, colega de las letras....Yo ademas de ser pintor, soy poeta y autor....Cossa que no digo tanto....Prefiero escribir...Sin embargo, mi narrativa es un tanto surrealista....A lo julio Cortazar....Ah!...Estoy en la red....Chao!
A veces cuando Soledad me visita, vuelvo a leer tu " Paris", y vuelvo a sentir la sonrisa en mis labios. Te veo andando por el San Michael, San Germán, con frío igual a como te vi la primera ves en la " Telegraph" de Berkeley. Hoy te imagino caminando en las avenidas de tu Buenos Aires.
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